Las restricciones a los pisos turísticos en ciudades como Barcelona o Nueva York han generado efectos secundarios: precios hoteleros al alza y poco impacto real en el alquiler residencial.
Madrid, 26 de mayo de 2025 — El debate sobre los pisos turísticos vuelve a estar sobre la mesa. Diversas ciudades europeas y norteamericanas han optado por limitar o incluso prohibir los alquileres de corta duración a través de plataformas como Airbnb, alegando que estos inflan los precios del alquiler residencial y vacían los barrios de residentes. Pero ¿están funcionando estas medidas?
Un reciente artículo de El País titulado La otra cara del veto a Airbnb: hoteles más caros y escasa mejoría en el alquiler de viviendas pone sobre la mesa una realidad incómoda: los efectos no son tan positivos como se esperaba.
Hoteles al alza y turistas sin opciones
Ciudades como Barcelona, Berlín o Ámsterdam han endurecido las normativas contra los alquileres turísticos. En algunos casos, se han impuesto cuotas estrictas o prohibiciones casi totales. Sin embargo, lejos de aliviar el mercado de vivienda, lo que se ha visto es un encarecimiento notable en el sector hotelero, debido a la reducción de la oferta turística alternativa.
En Barcelona, por ejemplo, las tarifas hoteleras aumentaron un 17% interanual tras la última ronda de restricciones a pisos turísticos, según datos de STR Global. Y lo mismo ha ocurrido en ciudades como Florencia y Lisboa.
“Cuando eliminas una parte importante de la oferta, los precios suben inevitablemente”, señala un portavoz del sector turístico catalán.
¿Y la vivienda? Apenas se nota el cambio
Uno de los principales argumentos para limitar Airbnb es liberar viviendas para uso residencial y, por ende, reducir precios. Pero los datos muestran que el impacto ha sido mínimo.
En el mismo artículo, se citan estudios como el de Idealista Data, que indican que solo entre un 1,2% y un 2,5% de los pisos turísticos regresan efectivamente al mercado de alquiler tradicional tras las prohibiciones. El resto simplemente queda vacío o se destina a otros usos, como alquileres temporales legales para empresas.
“El mercado del alquiler necesita políticas estructurales, no solo culpabilizar al turismo”, afirma Marta García, analista urbana en el Instituto de Estudios Metropolitanos.
Nueva York, otro caso ilustrativo
La Gran Manzana introdujo recientemente la Ley Local 18, que restringe drásticamente los alquileres de corta duración. El resultado ha sido una reducción drástica del número de anuncios activos en plataformas como Airbnb y VRBO, pero también un aumento de las quejas por precios hoteleros prohibitivos y una oferta escasa.
Según un informe del New York Times, las reservas de hotel han aumentado más de un 20% desde la implementación de la ley, sin mejoras evidentes en el acceso a la vivienda.
Conclusión: prohibir no es igual a solucionar
Los datos comienzan a mostrar que limitar Airbnb sin medidas complementarias —como políticas de vivienda pública, control de precios o incentivos al alquiler residencial— no resuelve el problema de fondo. Lo que sí hace es encarecer otras formas de hospedaje y desplazar el problema a otro lado.
La solución, parece, es más compleja que un simple veto. Se necesita un equilibrio entre el derecho a la vivienda, el desarrollo turístico sostenible y la libertad económica.
Fuentes consultadas:
The New York Times, cobertura sobre Local Law 18, marzo 2025
El País. La otra cara del veto a Airbnb: hoteles más caros y escasa mejoría en el alquiler de viviendas
STR Global Reports, 2025
Idealista Data, análisis del mercado 2024-2025